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Los alimentos, la alimentación y el conocimiento

Actualizado: 8 may 2019

Hacia un encuentro definitivo y sostenido entre el saber hacer empírico popular y

el saber racional científico tecnológico.


Por Jorge F. Yanovsky




* English below


Existen suficientes evidencias históricas para afirmar que la llamada "Unidad Nacional" o la vocación colectiva de unirse para afirmar anhelos comunes, no es posible si no se asegura a todos los integrantes de la sociedad la cantidad y calidad suficiente de alimentos necesarios para asegurar el sentimiento de identidad con la propia comunidad.


Los conocimientos empíricos para establecer las fuentes alimenticias, los modos de preservación, su saborización, formas culinarias de presentación, como así también los hábitos y rituales de la ingesta, constituyen lo principal de las tramas culturales con las que todos los pueblos han conformado sus identidades y sentimientos de pertenencia a un pasado común.


El sostenimiento de las cantidades y calidades alimenticias con las que las comunidades se nutren, representan tanto en términos antroposociales, bioproductivos como políticos, el mayor desafío cognoscitivo y de acción social que los países en desarrollo deberán enfrentar durante las próximas décadas.


Eso es así porque a medida que las comunidades crecen, sus integrantes se multiplican y las relaciones entre ellos se entretejen más densamente, se acrecientan las exigencias y requerimientos de previsibilidad en la trama productiva y social. La incorporación de la racionalidad posible, en el modo de concebir los fenómenos, como en el modo de realizar las tareas y relacionarse con los demás, se convierte en la principal herramienta para lograr una “comunidad organizada”.


Orden y disciplina en la trama social, en libertad y democracia, no es un objetivo de fácil conquista. La organización es insoslayable porque sin orden y disciplina los pueblos tienden a disolverse y desaparecer. La conciencia de esta perspectiva muchas veces los lleva a que se ordenen desde el autoritarismo.


Aunque para muchos intelectuales resulta difícil de admitir, es la seguridad y la identidad cultural en la alimentación, especialmente en calidad/cantidad suficiente y previsible, lo que determina la armonía entre los integrantes de la nación y las chances de su progreso.


La ciencia y la tecnología son los instrumentos con los que el hombre introduce racionalidad y previsibilidad a sus saberes empíricos. En el campo de la alimentación, más que en cualquier otro, la ciencia y la tecnología son los medios auxiliares para legitimar, expandir, organizar, ordenar y direccionar en busca de mayores beneficios, los saberes que el pueblo acumuló en su larga existencia. En la alimentación, la ciencia y la tecnología no pueden ni deben sustituir el conocimiento popular acumulado. La ciencia y la tecnología antes bien exaltan, con la incorporación de conocimientos más estructurados lógicamente, lo que previamente sólo se conocía o sólo se sospechaba por experiencia de una prolongada historia de ensayo y error.

El tema alimenticio en su más amplia significación continúa siendo el centro de grandes crisis sociales y políticas. La mitad de la humanidad destina mas del 70% de sus recursos a alimentarse de modo insatisfactorio. Resolver esta cuestión implica principalmente, revisar muchas de las concepciones económicas y antroposociales dominantes durante las últimas décadas. Ellas privilegiaron la industrialización urbana con énfasis en la manufactura de bienes novedosos. La producción de alimentos y la alimentación fueron subestimadas como factor de equidad, desarrollo y enriquecimiento del conjunto social.


Hoy es posible afirmar que la estabilidad económica y la acumulación de riquezas es inviable sin una comunidad con adecuada organización nutricia. Existen numerosas evidencias históricas que así lo confirman.


En los países de economías más avanzadas se ha constatado que ha sido el aumento sustantivo de la oferta alimenticia lo que condujo a una significativa disminución de las desigualdades en la distribución de las rentas nacionales y en la estabilidad dominante durante los últimos 40 años (Linder and Williamson, American Inequality; a Macroeconomic History, Academic Press, 1990).


Es en relación a lo más arriba expuesto que nos encontramos abocados a promover una estrategia política para la innovación que enfatice todas las actividades direccionadas a privilegiar el desarrollo de la producción, transformación y comercialización alimenticia. En ese contexto entendemos como relevante, que América del Sur puede, como región, converger en un gran programa de desarrollo alimenticio de base científica. La propuesta operaría como un plan económico especializado, de promoción e inversiones a todo lo que implique incorporación de racionalidad a las prácticas empírico nutricias ampliamente difundidas en nuestros pueblos o en condiciones de ser por ellos creadas y exaltadas. Los Estados nacionales desarrollados, han utilizado la misma estrategia para orientar el crecimiento de sectores sociales vinculados a la producción y los servicios en las llamadas fronteras del conocimiento racional.



 

Food, nutrition and knowledge


Towards a definitive and sustained encounter between popular empirical know-how and the rational scientific technological knowledge.


By Jorge F. Yanovsky


There is enough historical evidence to affirm that the so-called "National Unity" or the collective vocation to unite to affirm common aspirations, is not possible if all the members of society are not assured of the quantity and sufficient quality of food necessary to ensure the feeling of identity with the community itself.


The empirical knowledge to establish the food sources, the ways of preservation, their flavoring, culinary forms of presentation, as well as the habits and rituals of the ingestion, constitute the main thing of the cultural plots with which all the peoples have conformed their identities and feelings of belonging to a common past.


The maintenance of the quantities and nutritional qualities with which the communities are nourished, represent both in anthroposocial, bioproductive and political terms, the greatest cognitive and social action challenge that the developing countries will have to face during the coming decades.


This is so because as communities grow, their members multiply and the relationships between them become more densely interwoven, the requirements and predictability requirements increase in the productive and social fabric. The incorporation of possible rationality, in the way of conceiving phenomena, as in the way of performing tasks and relating to others, becomes the main tool to achieve an "organized community".


Order and discipline in the social fabric, in freedom and democracy, is not an objective of easy conquest. The organization is unavoidable because without order and discipline people tend to dissolve and disappear. The awareness of this perspective often leads them to be ordered from authoritarianism.


Although for many intellectuals it is difficult to admit, it is security and cultural identity in food, especially in sufficient / predictable quality / quantity, which determines the harmony between the members of the nation and the chances of their progress.


Science and technology are the instruments with which man introduces rationality and predictability to his empirical knowledge. In the field of food, more than any other, science and technology are the auxiliary means to legitimize, expand, organize, organize and direct in search of greater benefits, the knowledge that the people accumulated in its long existence. In food, science and technology can not and should not replace accumulated popular knowledge. Science and technology rather exalt, with the incorporation of more logically structured knowledge, what previously was only known or only suspected by experience of a long history of trial and error.

The food issue in its broadest meaning continues to be the center of major social and political crises. Half of humanity allocates more than 70% of its resources to feed in an unsatisfactory way. Solving this question implies, mainly, reviewing many of the dominant economic and anthroposocial conceptions during the last decades. They privileged urban industrialization with an emphasis on the manufacture of novel goods. The production of food and nutrition were underestimated as a factor of equity, development and enrichment of the social group.


Today it is possible to affirm that economic stability and accumulation of wealth is unfeasible without a community with adequate nutritional organization. There are numerous historical evidences that confirm this.


In countries with more advanced economies, it has been found that the substantive increase in the food supply has led to a significant reduction in the inequalities in the distribution of national income and in the dominant stability over the last 40 years (Linder and Williamson, American Inequality, a Macroeconomic History, Academic Press, 1990).


It is in relation to the above that we are committed to promoting a political strategy for innovation that emphasizes all activities aimed at privileging the development of production, processing and food marketing. In this context we understand as relevant, that South America can, as a region, converge in a large program of scientific-based food development. The proposal would operate as a specialized economic plan, promotion and investment to everything that implies incorporation of rationality to empirical nutritional practices widely disseminated in our towns or in conditions to be created and exalted by them. The developed national states have used the same strategy to guide the growth of social sectors linked to production and services in the so-called frontiers of rational knowledge.

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